sábado, 22 de noviembre de 2008

Los de abajo

La honestidad no es lo que nos caracteriza pero aun así podría decirse que, a nuestro modo, nos queremos bastante. De vez en cuando aparecen los médicos, con sus intentos de clasificación, sus pastillas, que rechazamos, sus terapias y ayudas dudosas; no les hacemos mucho caso. Nos los quitamos de encima con tanta diplomacia y sutilidad que apenas se dan cuenta. No todo el que lo desea puede pertenecer a nuestra colonia.
A JQ, por ejemplo, le echamos enseguida; su ortodoxia santurrona, su sabiduría pedante de sobremesa, sus poemitas falsos y sus intentos de ser alguien, cuando ninguno de nosotros es nadie en absoluto, nos provocó a invitarle a salir; no queremos curitas disfrazados de maestrillos.
Hubo también una muerte. M se hizo cargo de la desaparición de pequeño Solo. Fue un acto aplaudido por todos, de alguna manera insustancial resultaba demasiado pequeño y miedoso para seguir viviendo y los psiquiatras merodeaban por aquí al acecho como buitres desnutridos. Ah, venga, a ver qué podían hacer ellos por el pequeño Solo. Nada excepto dirigirle a los cielos como bien hizo M.
Las cosas suelen funcionar de esta manera. Cuando sabemos que alguien no está capacitado para la vida y nos gusta lo bastante, lo relajamos. Naturalmente sin dolor, sin que le dé tiempo a sospechar nada. Es nuestro regalo. Las condiciones son muy duras, comprendemos que para algunas personas esto resulte imposible.
Hace poco apareció K y le dejamos quedarse. Se instaló en una de las casas más deterioradas por el tiempo y el agua y fue reconstruyéndola con sus manos poco a poco, robaba materiales del pueblo cercano y eso nos hizo gracia. K vino de ninguna parte, lo cual también tiene su atractivo, no tiene familia ni profesión; es ideal. Nos gusta porque defiende el lugar como si fuera un perro guardián. Hace mucho ruido cuando alguien entra a merodear en la colonia, se enfrenta y le suelta una retahíla de frases poco comprensibles para los extraños, pero que a nosotros nos resultan muy claras, y la gente curiosa se larga asustada, sobre todo cuando K da un puñetazo en la mesa o pega una patada a la pared; nos sentimos seguros.
Yo vine aquí hace diez años. Sólo dije que mi patria había quedado a la deriva y no tenía a donde ir. Escupí en el suelo dos veces y me aceptaron enseguida.
El resto está compuesto por los individuos más variopintos. Por la noche vamos a buscar comida a los huertos de la comarca, cazamos algún conejo en los bosques, una vez un jabalí mediano, hay muchos pozos para sacar agua, hay cerrojos que saltan, bodegas llenas de botellas de vino, muchas posibilidades. Con el mundo en crisis, castigado por su afán de poseer cosas, nosotros nos sentimos cómodos y realizados. Sólo queremos sobrevivir, relacionarnos, pintar los árboles de otra manera, y las paredes de las viejas casas, recitar poemas irracionales, darnos calor y compañía.
Os aceptaremos, si venís, pero acordaos de eliminar el miedo de vuestra psique. Y todas las tonterías que os hayan enseñado, la religión ortodoxa, cierta idea de la política, las mentiras piadosas. De otro modo os echaremos, o inventaremos un modo de relajaros amistosamente.

No hay comentarios: