miércoles, 17 de diciembre de 2008

Azul

Desciendo con mi peso terrenal. Bolas de mercurio delatan mi posición. Aquí soy una extraña, una extranjera; sólo el metal me permite la entrada. Me muevo con un pesadez de astronauta; soy inadecuada, todo me rechaza. Veo el hermoso rojo que muere conforme labramos nuestra decadencia. Veo el amarillo y los verdes, veo el naranja y el violeta; grutas, chimeneas para ascender en espiral, donde jugar a la ingravidez. Avanzo lentamente, espío a mi alrededor; formas extravagantes, ojitos cual cabezas de alfiler, colores que nunca imaginé. Todo parece ajeno a mi visita, indiferente. Oigo mi propia respiración en un mundo de perfecto silencio. La sensación de exclusión no es tan fuerte como la belleza.
Cuando alzo la vista observo la luz cenital como una llamada de la madre.
Vuelve, dice.

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